15
Apr 2009

Los santos cordobeses

Archived in the category: Religión y fe

La historia de Córdoba lleva una fuerte impronta de los santos que vivieron en ella como la Madre Tránsito Cabanillas (Terciaria Misionera Franciscana), el padre José Gabriel del Rosario Brochero (del clero diocesano), Fray Mamerto Esquiú (franciscano), la Madre Catalina de María Rodríguez (Esclava del Corazón de Jesús), Fray León Torres (Mercedario), Fray Reginaldo Toro (Dominico), el Vicario Jerónimo Emiliano Clara (del clero diocesano), Sor Leonor Ocampo (monja Catalina), el padre José Bustamante (Jesuita), el padre David Luque (del clero diocesano), dejaron “huellas de santidad”, porque asumieron el desafío de evangelizar nuestra tierra con sencillez y valentía.

Escribe Pbro. Lic. Carlos Oscar Ponza
(Extracto de una Conferencia sobre la Beata María del Tránsito Cabanillas)

La época en la que vivió la Beata Madre Tránsito tiene la característica de haber sido un momento en el que, en nuestra querida Córdoba, convivieron  hombres y mujeres que vivieron el Evangelio de manera ejemplar hasta el punto de que algunos de ellos se encuentran en el camino de la canonización. En el caso que nos ocupa, hallamos un grupo de cristianos que, no solo vivieron la misma época (a lo largo del 1800), sino que además actuaron en nuestra ciudad y provincia y además se conocieron entre sí y trabajaron en muchos casos de manera conjunta: la Madre Tránsito Cabanillas (Terciaria Misionera Franciscana), el Pbro. José Gabriel del Rosario Brochero (del clero diocesano), Fray Mamerto Esquiú (franciscano), la Madre Catalina de María Rodríguez (Esclava del Corazón de Jesús), Fray León Torres (Mercedario), Fray Reginaldo Toro (Dominico), el Vicario Jerónimo Emiliano Clara (del clero diocesano), Sor Leonor Ocampo (monja Catalina), el Padre José Bustamante (Jesuita), el Pbro. David Luque (del clero diocesano).

EL DESAFÍO DE EVANGELIZAR

Todos ellos coincidieron en vivir en esta Ciudad y provincia y compartieron la misma época, los mismos problemas y la misma pasión: el Evangelio. Ellos asumieron el desafío de evangelizar nuestra tierra con carismas diversos, según lo que el Espíritu de Dios le otorgó a cada uno, ayudándose mutuamente o trabajando en común, en esta porción del Pueblo de Dios que fue la Diócesis de Córdoba. Quisiéramos señalar que les tocó transitar momentos muy difíciles para la Patria y en consecuencia también para la provincia de Córdoba. Vivieron en una época en la que Argentina estaba saliendo lentamente de la postración provocada por las largas luchas internas entre unitarios y federales.  Córdoba había sido lastimada por divisiones y enfrentamientos que afectaron a familias enteras. Es el periodo de la infancia y adolescencia de Madre Tránsito y de la mayoría de estos hermanos que hemos citado. A partir de 1853 -por indicar una fecha significativa, la de la Constitución Nacional- Argentina emprende lentamente un camino de progresivo orden, unidad y desarrollo. Es cuando estos hermanos nuestros son jóvenes, y entre ellos descuella el franciscano Fray Mamerto Esquiú que con solo 25 años pronuncia un sermón que todo el país escuchó o leyó con asombro, acerca de la Constitución Nacional en donde exhorta a toda la Patria a abandonar los caminos del caos y la división y a ponerse en el camino de la unidad nacional, sermón que de golpe lo hará famoso a pesar suyo. A partir de ese período la Argentina comienza a transitar más regularmente caminos de paz y de progreso material signada por el proyecto político-social de la llamada “generación del 80″. Hay un clima nacional llevado adelante por una serie de políticos que buscan una Argentina grande, moderna con un importante interés en el desarrollo económico, la educación y las comunicaciones (especialmente el ferrocarril y telégrafo); pero en donde también hay conos de sombras: el fraude electoral, el elitismo europeizante que pretende dejar de lado los valores de lo criollo y lo autóctono. Nos hallamos frente a una generación de grandes dirigentes influenciados por la Masonería y por ello abiertamente anticlericales, y que buscaban -entre otras cosas- borrar en la sociedad toda huella religiosa y neutralizar la influencia de la Iglesia en la vida de los argentinos.

En medio de este ambiente imperante surge en el seno de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia en Córdoba, una generación de hombres y mujeres que realizarán  una verdadera lectura de “los signos de los tiempos” y asumirán el desafío de evangelizar esta cultura que está emergiendo en aquellos momentos. Ellos supieron discernir las legítimas aspiraciones humanas de su época y se preocuparon por llevarlas a cabo a la luz de los valores cristianos. Todos ellos asumirán en su misión evangelizadora la búsqueda legítima del progreso, la educación, el desarrollo dejando de lado el horizonte inmanentista del liberalismo que menospreciaba nuestra fe y las profundas raíces católicas del pueblo argentino.

SANTOS CON LOS PIES EN LA TIERRA

Las obras que ellos encararon y el espíritu de comunión que los animaba, los llevó a colaborar con los Obispos y Vicarios de la Diócesis, los cuales a su vez los fueron alentando, los ayudaron a discernir y aprobaron sus emprendimiento. Los Obispos Ramírez de Arellano, Eduardo Álvarez,  Mamerto Esquiú, Capistrano Tissera, Reginaldo Toro, Zenón Bustos y los Vicarios Jerónimo Clara y Uladislao Castellano tomaron contacto personal con cada uno de estos fundadores e intervinieron autorizando y promoviendo estas obras eclesiales. El siglo XIX es el siglo en el que las mujeres fueron tomando un rol más protagónico en la sociedad y van creciendo en la conciencia colectiva de sus derechos a crecer intelectualmente, a desarrollarse en su capacidad de trabajo y a redescubrir su rol de transmisora de valores y principios fundamentales. Por eso desde los inicios mismos de las fundaciones religiosas nacidas en este período hallamos obras dedicadas específicamente al cuidado de la mujer: Madre Tránsito Cabanillas -por indicación de sus colaboradores- abre el Colegio  Santa  Margarita de Cortona en San Vicente, Madre Catalina de María Rodríguez su colegio en Barrio General Paz y más tarde Brochero le pedirá a ella que vayan un grupo de Religiosas Esclavas para la fundación de un Colegio de Niñas en Traslasierra además de la atención de la Casa de Ejercicios; el Padre Bustamante se preocupará por colaborar en la fundación de las Esclavas junto con el Pbro. David Luque y luego este sabio jesuita fundará las Adoratrices Argentinas destinado a la formación de las futuras maestras católicas. El Vicario Jerónimo Emiliano Clara levantó su voz potente contra la educación liberal que pretendía marginar totalmente y borrar de la educación a la Iglesia y que le valió que el gobierno nacional lo persiguiera; no obstante esto, él promoverá y acompañará el primer grupo de religiosas por él fundadas, las Concepcionistas Argentinas de Bajo Galán preocupadas también por la educación de las niñas.  Fray León Torres promoverá también la educación de la mujer y su capacitación profesional a través de la congregación por él fundada, las Mercedarias del Niño Jesús de Barrio Alta Córdoba. Mientras tanto este virtuoso fraile mercedario acompañará espiritualmente como confesor a una monja, Sor Leonor Ocampo, oriunda de la Rioja, que en la soledad y el silencio del Monasterio de las Catalinas experimenta una honda unión con Jesús a través de profundas experiencias místicas. También el dominico Fray Reginaldo Toro, fundará las Hermanas Dominicas de San José en la línea de la preocupación por la educación de la mujer y por las niñas abandonadas y sin hogar. Pero verlos empeñados en la fundación u organización de obras en favor de la mujer o de los necesitados, no los hizo nunca meros organizadores sino que cada uno de ellos puso su vida centrada en el amor a Cristo y en el servicio al prójimo. Y esto aparece a cada rato en la vida cotidiana de estos siervos de Dios: por ejemplo, cuando Madre Tránsito y sus hermanas religiosas eran capaces de salir a mendigar casa por casa, o de preferir quedarse ellas sin comer a fin de que no les faltara el alimento necesario a las niñas de su colegio; o como cuando Brochero -que busca los mejores planes de estudios del país para sus niñas de Traslasierra- hace traer de Europa una maqueta del sistema planetario solar tal como lo cuentan asombrados los diarios de Buenos Aires o el piano de cola que le hace donar a la Eloísa Funes, la esposa del Presidente, su gran amigo Miguel Juárez Celman, porque siempre quiere darle a sus serranos lo mejor que encuentra para ellos. Un ámbito importante de trabajo en común fue la atención de los pobres y sufrientes. Todos ellos conocieron las trágicas consecuencias de la gran epidemia del cólera en 1867 que provocó la muerte de más de 2000 cordobeses. Todos ellos asumieron el desafío de “hacer algo”por los pobres, los desocupados, los abandonados, los enfermos. No quisieron pasar indiferentes ante el dolor del prójimo y se las ingeniaron, cada cual según su carisma, para ayudar al necesitado: desde la canastita con la que Madre Tránsito y sus hermanas salían a mendigar, como los emprendimientos del Cura Brochero para desarrollar pequeñas industrias a través de las cuales sus serranos pudieran trabajar y vender sus productos, o la atención que Madre Catalina de María Rodríguez quiso brindar a las mujeres que por circunstancias tristes de la vida habían quedado solas y vagaban en el abandono moral. A varios de ellos los encontramos integrados, de alguna manera, en la obra que la Sociedad San Vicente de Paul realizaba en favor de los pobres: recordemos que Madre Tránsito Cabanillas, estuvo como laica vinculada a las obras vicentinas y el Padre David Duque, co-fundador de las Esclavas y Director Espiritual de Madre Catalina de María Rodríguez fue el primer asesor y director de la Sociedad Vicentina en Córdoba.

RENOVADORES DE SU TIEMPO

Otro aspecto que movilizó a muchos de ellos fue promover en toda la gente un encuentro profundo con Dios y transformar la sociedad por la renovación de las conciencias y la conversión de la vida. En esto siguieron una senda ya trazada desde hacía tiempo por la Compañía de Jesús: los Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio de Loyola. A todos ellos los vemos más o menos próximos a la Compañía haciendo Ejercicios Espirituales (Madre Tránsito, Brochero, Esquiú, Madre Catalina, David Luque y obviamente el Padre Bustamante, superior entonces de la Residencia jesuítica) o convirtiéndose en entusiastas promotores de este camino de evangelización. Madre Catalina de María se dedicará de modo especial en promover y dedicarse a todo lo que signifique colaborar con la Casa de Ejercicios Espirituales de Córdoba (en donde Madre Tránsito hará su Retiro espiritual con sus primeras compañeras). Más tarde Madre Catalina también brindará su apoyo enviando religiosas Esclavas a Villa del Tránsito para ayudar al Cura Brochero en la atención de la Casa de Ejercicios a donde ella misma irá -a pedido del Cura- a visitar a sus hermanas e hijas religiosas. El Padre Bustamante fundador de las Adoratrices Argentinas y que tanto ayudará en la fundación de las Esclavas, escribirá asombrado al Padre General de la Compañía de Jesús, cartas e informes llenos de gozosa admiración, contándole cómo en la provincia de Córdoba hay un sacerdote diocesano llamado José Gabriel del Rosario Brochero, a quien el mismo ha ayudado y ayuda, que está organizando tandas de Ejercicios Espirituales en su extensa  parroquia, al oeste de las sierras grandes de Córdoba,  y le cuenta asombrado al Padre general que este sacerdote -sin ser jesuita- ha promovido y está realizando lo que en pocas casas de jesuitas se ve: tandas de 500, 600 y hasta alguna de 800 personas encerradas durante 8 días haciendo Ejercicios ignacianos, los cuales han modificado totalmente el modo de vivir de esas gentes serranas. Pero la renovación no era necesaria solamente en los laicos, también los religiosos de este período asumieron el desafío de promover un estilo de vida consagrada más acorde con el espíritu del Evangelio. Fray Reginaldo Toro y Fray León Torres,  trabajaron en sus conventos y provincias religiosas (dominicos y mercedarios respectivamente) para revitalizar la vida en común y la reforma dentro de sus Órdenes, ellos se encuadraron dentro de un movimiento de renovación y reforma de la vida consagrada a fin de que las casas religiosas fueran centros fervorosos de oración, trabajo y vida en común en un estilo pobre y sencillo; y este espíritu evangélico es el que supieron inculcar a las congregaciones femeninas por ellos fundadas (las Dominicas de San José y las Mercedarias del Niño Jesús). En esos mismos días los cordobeses quedaban maravillados y edificados viendo como el Obispo Fray Mamerto Esquiú no solo los enriquecía con palabras que se clavaban en el alma de los fieles por la unción y profundidad con la que les predicaba en la Catedral o en otras iglesias, sino que la ciudad toda estaba fuertemente impactada por el estilo sencillo, simple, pobre del Obispo capaz de ayudar con sus propios brazos a un carretero empantanado en la calle, o de irse caminando hasta San Vicente para llevar palabras de consuelo y ayuda a Madre Tránsito y a sus hijas, o de pasar largo rato atendiendo a pobres y enfermos en el obispado.

CREATIVOS EN LA FE

Ellos no tuvieron escuelas católicas, aulas o cursos especiales para ahondar su fe, más aún vivieron la precariedad de una Iglesia que recién comenzaba a organizarse luego de los conflictos padecidos por nuestra Patria. Es importante subrayar que todo el caudal de riqueza interior que tenían lo recibieron fundamentalmente de la iglesia doméstica: la familia. Todos ellos bebieron su vida de compromiso con Dios y el Evangelio en el seno de sus familias para quienes la fe no era una práctica superficial o puramente ritual, sino que llegó a convertirse en el modo cotidiano de mirar la vida y de mirar a los demás.  Al leer sus memorias o recuerdos, cuando ellos evocan sus primeros años de vida, todos coinciden en señalar los mismo: en su familia rezaban juntos; eran capaces de hacer decenas de kilómetros para asistir juntos a la Misa dominical y no verse privados el alimento de la Eucaristía; sus relaciones personales y familiares, el trato con amigos, vecinos, conocidos y desconocidos, en todo momento estaban presentes los valores del Evangelio. La Palabra de Dios los instruía e iluminaba mostrándoles a cada paso cómo todo hombre es un hermano que debe ser ayudado y respetado, promovido y acompañado porque es ante todo un hijo de Dios. Cuando caminamos por nuestras calles cordobesas, frente a la Compañía de Jesús cuya belleza sigue aún admirándonos, o la imponente Catedral, o el monasterio de las Catalinas o el de las Teresas, senderos por los que casi diariamente transitamos en medio de la vorágine por vivir o sobrevivir, pensemos que esos mismos senderos fueron recorridos por estos hermanos que caminaban con el corazón puesto en Dios y en la misión evangelizadora; y que cuando quizá se cruzaban en la calle e intercambiaban un saludo, cada uno caminaba según su propia vocación, según su propio carisma, pero todos iban marchando hacia el mismo lugar, hacia el Corazón de Cristo.

Nuestra Córdoba, tan querida y tan sufrida, ha sigo regada por el trabajo y el amor de estos hermanos nuestros y de tantos otros y otras que solo Dios conoce. Cómo no darle gracias a Dios por el regalo de vivir en esta tierra cordobesa que, quiera Dios siga siendo aun hoy “tierra de santos”. Ese fue nuestro pasado, esta es nuestra herencia, esta es nuestra responsabilidad hacia el futuro.

Fuente: Arzobispado de Córdoba

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