vocativo.
(Del lat. vocatīvus).1. m. Gram. Caso de la declinación, que sirve únicamente para invocar, llamar o nombrar, con más o menos énfasis, a una persona o cosa personificada, y a veces va precedido de las interjecciones ¡ah! u ¡oh!
No sé si a ustedes les pasa, pero desde hace un tiempo vengo tomando notas mentales de las palabras-comodín que utiliza la gente cuando quiere referirse a nosotros sin saber nuestro nombre.
Algunos ejemplos:
– Empleada de tienda de ropa: según el tipo de local puede variar. Una empleada del shopping te dirá “flaqui”, “gordi” (y suena muy raro que me lo digan a mi que peso 47 kilos 😛 ), “negri”, etc.
En las boutiques barriales donde las dueñas hacen una vidriera en lo que era el living de la casa puede haber otros como “madre”, “mamita”, y cosas peores.
Cuando venden ropa para niñas dicen “Princesa”.
– Empleados de tiendas de ropa: cuando uno de estos muchachos tiene que atender a alguien de su mismo género utilizará palabras como “facha”, “master”o “capo”.
Cuando venden ropa para preadolescentes utilizan el “Campeón”.
– Docentes: al menos en mis épocas, el vocativo de las profesoras del colegio era “Barrionuevo y compañía, ¿pueden bajar la voz?”. Todas éramos un apellido. Algunas profesoras más jóvenes sí nos llamaban por el nombre, pero en general el ámbito educativo es de apellidos.
– Pediatras, maestras jardineras, promotoras de ferias para bebés: se dirigirán hacia todo adulto que vean en su ámbito laboral usando “papi” y “mami” (tienen el diminutivo fácil) aunque sean tíos, abuelos o el cartero que viene a traer las boletas impagas.
– Mecánicos: suelen desarrollar más vocativos para hombres como “cabeza”, “loco, “macho”, entre los más comunes.
– Albañiles: van dirigidos en un 90% al género femenino e incluyen “mamita”, “mamaza”, “chiquita” y cosas que no se pueden escribir en este blog por el horario de protección al menor 😀
– Viejas: van desde el clásico “nena” al “querida” de notable falsedad.
– Viejos: acá no es tanto el vocativo que usan con otros, sino el que usan para presentarse a sí mismos. Una les pregunta el nombre y contestan como si no hiciera 60 años que salieron de la conscripción. “Muñoz, Evelindo Pancracio”, responden.
Debe ser por eso que en esos matrimonios la esposa siempre lo llama por el apellido y de ahí en más los vecinos y conocidos harán lo mismo, ignorando cuál era el nombre del tipo hasta ver las exequias en el diario.
– Niños: sus vocativos van de la mano de los parentescos. “Tío”, “Tía”, “pá”, “má”, “madrina”, “padrino”, “abu”, y todo tipo de palabras ininteligibles. Lo peor es cuando sus padres empiezan a llamar al perro “Guau-guau”, al gato “Miau-miau” y al pájaro “Pío-pío”. La inteligencia de los animales hace que a menos que tengan hambre no acudan al llamado de gente estupidizada 😀
– Trabajadores callejeros: en esta categoría entran desde los chicos que limpian vidrios hasta narajitas y vendedores ambulantes. Los más comunes son “Doña”, “Doñita”, “Señora” o “Flaca” para las mujeres; y “Don”, “Maestro”, “Máquina” o “Master” para los hombres.
– Gente que pregunta cosas en la calle: para los hombres suelen ser comunes el “Flaco”, “Señor”, “Caballero” y “Maestro”. Para las mujeres es más común el “Flaca” o “Señora”.
– Hombres que se quieren hacer los cancheros/seductores: casi tan enfermantes como los que usan las vendedoras, los vocativos que usan los hombres son una porquería. “Linda”, “Bonita”, “Hermosa”. Cuando alguna de estas palabras puede reemplazarse por “tarada” sin que el sentido de la oración y el tono no cambien, es que se comprueba cuán falso era el realidad el adjetivo meloso con el que pretendían comprarnos. Ejemplos: “¿Podés traeme un café, linda?” “¿Podés decirme tal dato, hermosa?” “¿Podés explicarme la teoría de la relatividad, bonita?”. Con el tono adecuado, todos estos ejemplos se pueden reemplazar por “imbécil-pero-c….ble”.
Si además cualquiera de estos vocativos es utilizado por alguien al menos 20 años mayor a quien va dirigido, tendrá una carga de baba importante encima. Encima de viejos verdes, faltos de creatividad.
– El que usa la secretaria de la estética donde voy a depilarme: es una mujer de unos 50 años que me dice “Mamá”. Si fuera mamá en serio ¿se cree que tendría tiempo de ir a depilarme tranquila?
– El que usa la empleada de mi banco: así como el banco Santander era de besarme, en el banco donde tengo cuenta (el mismo de Falo, para darles una pista) tiene una empleada que llama “Amor” a todos los clientes.
La mujer en cuestión no discrimina, todos sus clientes somos amor y no tiene problemas en decirlo con voz firme en el medio del salón.
– Cualquiera que atienda una carnicería, verdulería, panadería, estación de servicio, etc si ve a una mujer de más de 30: te clavan el “señora” al ángulo y no le lo podés sacar ni aunque les digas “¡Señorita! ¡no tengo anillo ni un par de mocosos revolcándose por el piso como para que me diga señora!
Desde los 25 me empezaron a decir señora acá en mi ciudad (aunque debo reconocer que a mis 31 la mayoría de mis ex compañeras ya tienen hijos mientras yo sigo con mis siete gatos), mientras que en ciudades más grandes era una chica. Pero ahora que ya soy señora en varios lugares, se ve que tengo que reconocer que me aseñoré, aunque no sepa cómo pasó!
Cuando estuve en Chile a principios de año, descubrí que allá tienen un vocativo mucho más fino y adecuado: “Dama”. La primera vez que el empleado de la estación de servicio me dijo “Dama, ¿me permite su tarjeta de crédito?” me lo quedé mirando como pollo que lo han cambiado de patio. ¿¿Me está diciendo dama, a mi?? Creo que casi me pongo colorada y lo invito a tomar algo, de no ser porque después de la sorpresa inicial me dí cuenta que era el reemplazo local del odioso Señora argentino.
Me gusta más el modismo chileno, porque aunque del aire de finura que desprende la palabra dama tenga poco, me hace sentir como una de las princesas de Disney en lugar de ser la Cenicienta del Flaco Pailos que soy la mayoría de las veces 😀