El maestro mediocre dice. El buen maestro explica. El maestro superior demuestra. El gran maestro inspira.
William A. Ward
Las conmemoraciones son un invento creado para deternernos un momento a pensar en la valiosa tarea que ciertos individuos realizan en nuestra sociedad. Así como hay un día para todo, en este mes honramos a tres actores sociales muy particulares: los maestros, los profesores y los estudiantes.
Y esto me trae a la memoria una experiencia que tuve hace más de diez años, en mi primer año de universidad.
Resulta que no tuve mejor idea que meterme a estudiar diseño gráfico cuando no sólo no sabía dibujar sino que tampoco tenía ninguna formación artística, plástica, estética y mucho menos una casa donde hubiera algo así.
Entre las materias del primer año había una que se llamaba Morfología que dicho en términos académicos es el estudio de la forma y sus variables.
Dicho en términos de padres que pagan una cuota y de amigos estudiantes de administración de empresas es como volver al jardín de infantes, porque nos hacían pintar, dibujar, cortar y pegar. Era una materia simpática y entretenida.
La cosa es que la profesora de aquella materia, una arquitecta y artista plástica, se pasó el año entero ignorándome. O en su defecto, despreciando cada cosa que hacía.
Les explico un poco más: esta buena mujer tenía sus alumnos preferidos. Aquellos dotados de “sensibilidad artística”, “talento para el dibujo”, “dotes para la expresión plástica” o como quieran llamarlos, eran sus alumnos preferidos y los únicos que podían captar su atención docente.
Les juro que ponía toda la voluntad del mundo en mejorar mis habilidades rehaciendo las veces que fuera necesario un práctico para que quedara lo mejor que podía. Y aún así de su parte no había ni registro ni devolución sobre mi proceso de aprendizaje.
Y quizás piensen que era idea mia. Pues no, mi novio de aquel momento estudiaba arquitectura y también la tenía de profesora. Era así nomás.
Como no soy muy paciente, a mitad del año dejé de interesarme en su opinión y así como ella me daba clases para cumplir con su contrato, yo le presentaba mis prácticos para cumplir con la regularización de la materia. Pero como tarde o temprano eso tiene sus consecuencias, el problema llegó cuando tuve que ir a rendir el final de la materia, que consistía en presentar un práctico sobre un pintor creando un libro-objeto inspirado en él.
Para hacer corta la historia, vi lo que el pintor hacía e interpreté que para mi eso era basura pintada, así que fue lo que hice (no literalmente basura, pero mas o menos). Cuando esta mujer vio mi trabajo se horrorizó de tal manera que me basureó (esta vez si literalmente) frente a todos mis compañeros que estaban en el aula, se rio en mi cara y me dijo que ese pintor nunca hubiera hecho algo así.
Y fue en ese momento en que le dije que me había ignorado todo el año y que era una falta de respeto que me humillara y se riera en mi cara. Finalmente, que habría que preguntarle al pintor si la cosa sería así o no. Tras lo cual me di media vuelta, pegué un portazo y empecé a llorar mientras bajaba las escaleras mientras aquel novio que había ido a acompañarme me miraba sin entender nada. Estuve como media hora moqueando en una plaza cerca de la universidad mientras mi novio trataba de tranquilizarme y me decía que esta mujer era así con todo el mundo. También estaba contento porque la había puteado.
La cosa es que en algún momento tuve que volver a la universidad, con el susto que tiene una chica de 18 años cuando alguien le dice en la cara que es la peor cucaracha que circula por las aulas, y vérmelas de nuevo con mi profesora.
Como se ve que para las puteadas soy buena y que tenía bastante razón, no dio la cara y mandó a que hable conmigo la directora de la carrera quien le puso paños fríos a la cosa, me pidió las disculpas que debería haberme dado la otra y tuvo que bancarse que yo ampliara mis declaraciones sobre el hecho de los favoritismos a unos y la indiferencia a otros.
Ella me dijo que me iban a poner el ausente para evitar problemas por lo del práctico y así quedaba más o menos todo solucionado. Y yo le dije que el 1 en la libreta me importaba poco, que si lo merecía era lo que correspondía, pero que la profesora se hiciera cargo de lo que pasó. Al final me pusieron el ausente nomás.
Resumiendo: a los dos días empezaban las clases del segundo año y tenía que vérmelas con las otras profesoras (también arquitectas, también docentes en la UNC, también poco afectas a darle bola a los alumnos) que con miradas de “Esa es la que la puteo a Fulanita en el final” hacían que me sintiera bastante incómoda, así que volví a decirles claramente lo que pensaba logrando que me contesten “Si no te gusta podés irte a estudiar a otro lado”.
Al final les hice caso y me cambié de universidad ¡y fue todo tan distinto que en 2000 me dieron un premio por tener el tercer mejor promedio de la carrera de diseño gráfico! ¿No es irónico eso?
Más irónico fue que 11 años después esa misma universidad me invitara a dar una charla ¡Lo que son las vueltas de la vida! ¿No? Igual, no lo tomo como revancha, después de todo la universidad no es responsable por el desamor de alguien hacia su elección de ser docente.
Por eso me parece importante rescatar a los docentes que se entregan a la profesión sabiendo que su tarea es ayudar a crecer y a avanzar a sus alumnos entendiendo que ninguno parte de una misma situación.
Otro ejemplo de aquel primer año: teníamos que hacer un práctico sobre el Teatro del Libertador y la danza. Una de mis compañeras llevo un libro enorme (el mas grande que había visto en mi vida, hasta ese momento) con unas bailarinas en la tapa. Ahí me enteraría que existía un pintor llamado Degas.
Yo caí con un librito de la colección de Anteojito sobre danza ¡Y es que en mi casa no había libros! Nunca hubo libros hasta que entré a al universidad y me di cuenta que ese tipo de consumo cultural era necesario para mi formación. Así que tuve que crear mi propia biblioteca y además empezar a llevar libros a mi casa para que los demás lean.
Por eso es que digo que no todos podemos ser medidos con la misma vara y el docente tendrá que evaluar al alumno tanto en el cumplimiento de los objetivos de la materia como en el crecimiento de los saberes y habilidades desarrollados a lo largo del cursado.
Y que un mal profesor puede hacer que un alumno se frustre y sienta que no sirve para nada, mientras que un buen profesor pueder trabajar junto a él ayudandolo a superarse y muestre el diamante que permanecía oculto.
Habiendo sido alumna de tantas cosas, puedo decir que un verdadero Maestro es el que enseña lo que sabe con tanto amor, pasión, humor, alegría, entusiasmo y paciencia que es imposible que no deseemos aprender de él.
Es el que no tiene miedo de explicar veinte veces algo hasta que todos entiendan, el que puede explicar algo difícil de forma sencilla y que nunca hace de lo sencillo algo complicado. El que tiene la humildad para decir “No sé”, el que se alegra de que a sus chicos les vaya bien, que disfruta de los logros de sus ex alumnos ya recibidos, el que aprende de sus discipulos.
Maestro es el que nos deja esa marca de cariño en el corazón que nos hace recordarlo por siempre, aunque pasen los años y olvidemos la mayoría de las lecciones que nos dio. Siempre queda algo de su espíritu en nosotros mostrando la marca de su labor.
Así que a todos los buenos maestros y profesores, ¡les deseo un feliz día!
Y a los estudiantes les deseo muy buenos maestros para que puedan, como hice yo, separar la paja del trigo y valorar a los que quieren hacer de ustedes mejores personas.