La Cumbrecita tiene 700 habitantes estables, una amplia oferta en alojamiento, gastronomía y propuestas de excursiones. Rodeada por los arroyos Almbach, al norte, y el río del Medio al sur, es abrazada por un bosque de pinos, y montañas que convierten a la localidad en un enclave muy especial.
Desde el puente de ingreso sobre el río del Medio se cruza y se ingresa a la calle Cabjolsky, la principal del pueblo, donde comienza la experiencia de una larga caminata por las calles de tierra, se observa la arquitectura de las casas, hoteles y cabañas, todas con un definido estilo alpino. En los frentes algunos escudos y veletas añaden detalles centroeuropeos a la fisonomía. La atractiva casa de los duendes tienta con sus productos regionales, al igual que los anuncios de menús en los distintos restaurantes.
A medida que se avanza en la caminata comienza a distinguirse el frondoso bosque con la más variada gama de especies de árboles: coníferas de todo tipo, nogales, abedules, eucaliptos, arces, tabaquillos, liquidámbar y plátanos, entre muchas otras. Del mismo modo, abundantes flores aromatizan el ambiente.
El silencioso bosque sólo se altera con el canto de las numerosas aves que celebran la libertad del maravilloso paisaje.
La Cumbrecita es pionera entre las comunas ecológicas del país. Desde julio de 1996 se declaró pueblo peatonal y hoy es la única población argentina designada como zona de protección ambiental con restricción vehicular permanente.
A 74 años de su fundación en La Cumbrecita sigue vigente el propósito de su fundador el doctor Helmut Cabjolsky, quien llegó junto a su familia a la Argentina procedente de Alemania, en 1932 y que por nostalgia de su tierra natal, compró un campo de 500 hectáreas a una altura de 1.450 metros, rodeado de montañas y cristalinos arroyos para emular un pueblo alpino. Dos años más tarde, comenzaba la historia de esta hermosa localidad a la que también se llama “Pueblo peatonal”.
Inspirado en el pueblo alemán Garmisch-Partenkirchen, Helmut Cabjolsky hijo del fundador diseñó las calles internas, los lotes y creó las ordenanzas de urbanización con estilo netamente alpino, para concretar el sueño de su padre.
La forestación de pinos y plantas exóticas estuvo a cargo de los hermanos Behrend quienes completaron la fisonomía de la hermosa postal.
La primera edificación, realizada en adobe se hizo en 1935, fue casa de veraneo, pero no tardó en transformarse en albergue para alojar a los amigos de la familia.
En la década de 1940 comenzó a funcionar como hostería familiar y en la actualidad es el Hotel La Cumbrecita. Con el transcurrir del tiempo se sumaron otros habitantes y se multiplicaron los emprendimientos hotelero-gastronómicos y de servicios.
Plaza de Ajedrez. La plaza está ubicada en el centro de La Cumbrecita, donde está la bifurcación principal del camino interno.
Se construyó con el esfuerzo de don Julio Diesemberg y hoy se usa para memorables partidas de ajedrez. Consiste en un tablero construido en el piso y las piezas son obras de artesanos de la región.
Otra curiosidad de La Cumbrecita es la capilla, abierta a todos los credos. Construida en 1967 es utilizada por todos los visitantes y vecinos de lugar. Tiene una capacidad para 45 personas y en ella se realizan todo tipo de ceremonias. Construida con el aporte de muchos vecinos tiene en su interior la figura de María y el Niño que fue realizada en la Escuela de Ebanistería de Oberammergan, Baviera, Alemania.
Dentro del bosque se encuentra la fuente que es monumento histórico de la localidad. Construida en 1942 con madera de lapacho tiene una campana que se hacía sonar para alertar en caso de incendios o emergencias y convocaba a los lugareños.
En la actualidad, se mantiene intacto como monumento y homenaje a los fundadores.
Trepada a la historia. El camino empinado conduce hacia el cementerio”Alemán”, donde descansan los restos del fundador de La Cumbrecita y de su esposa, fallecida a los 102 años, entre otros pioneros del pueblo. El silencio y la frescura invaden el lugar mientras una vertiente cristalina baja la ladera.
En ese espacio de 100 metros cuadrados se encierra la historia de aquellos que forjaron con esfuerzo, trabajo e inspiración esa localidad del valle de Calamuchita.
Fuente: La Voz