Este libro de receta llegó amis manos de una manera tan poco corriente que vale la pena contar eso antes de la reseña.
Puede que mis lectores habituales sepan que Guille, mi novio, tiene desde hace muchos años su blog SeriesandTV.com donde habla de programas de TV de EEUU.
Una de las mejores cosas de los canales estadounidenses es que a su base de blogs siempre les mandan regalos promocionando los nuevos programas (a mi en Argentina sólo me mandan mails, la gran mayoría con spam, pero eso es otra historia).
Este libro venía en un pack de regalos del show Summer Camp que pueden ver en la foto adjunta.
Por si no se nota bien la foto les cuento que hay un saco con capucha, un bolso, una cantimplora, el libro, un kit para rescatar objetos electrónicos caidos al agua y ¡una gomera!
No les puedo explicar el sudor frío que me corría por la espalda cuando hace unos días llegamos a la aduana argentina y tuvimos que pasar nuestras valijas por el escáner, ya que los otros shows también nos habían mandado cosas rarísimas como un escudo vikingo y un suitjama (un traje con corbata y todo, pero para dormir). ¿Quién me iba a creer cuando dijera que esas cosas son regalos?
Por suerte pasamos sin problemas y no voy a ser considerada terrorista o algo por el estilo.
Ahora sí, vayamos al libro.
Este título explica cómo hacer variedades gourmet de un sandwich dulce muy tradicional de EEUU del que jamás en mi vida había escuchado hablar: los S’mores.
El postre aparece por primera vez en una receta de la revista Girls Scout de 1927 y su nombre es una abreviatura de “some more” (un poco más, sería la traducción en español).
La composición básica de un s’more consta de dos galletitas (una variedad tipo biscuit llamada Graham Crackers), un pedacito de chocolate y un malvavisco asado.
¿Quién no escuchó alguna vez en una película estadounidense la frase “asar unos malvaviscos”? Tanto en las de terror clase B como en las clásicas de preadolescentes que se van de campamento, siempre aparece.
De seguro en ese instante todos nos colgamos pensando qué tan ricos serían esos cositos blancos que ponían en los palitos.
Hace algunos años atrás pude sacarme la duda al verlos en un local de Sweet Sweet Way y la verdad me parecieron una golosina bastante zonza. Ni siquiera me parece fea, es zonza.
Es una masa muy blanda y liviana hecha en base a gelatina pero de una consistencia firme. Al masticarla dá la sensación de tener gomaespuma en la boca y su sabor es muy suave y dulce.
Quédense con la imagen de gomaespuma dulce y es más o menos a lo que sabe un malvavisco.
Más allá de mis impresiones como argentina que no comparte esta costumbre culinaria, debo decir que el libro está muy bien escrito porque la introducción profundiza en aspectos que por más obvios que parezcan pueden hacer una gran diferencia en la experiencia de hacerlos en un camping o echar mano a artilugios de casa para disfrutarlos en cualquier momento.
El libro alienta a los lectores a promover un buffet para una experiencia comunitaria inolvidable donde cada comensal pueda inventar su propia receta utilizando frutas frescas, desecadas, distintas variedades de galletas, distintos tipos de chocolates y también algunos sabores poco comunes de malvaviscos.
Algo para destacar es la calidad de la edición que tiene un diseño muy agradable y unas fotos que dan ganas de comerse el libro (lástima las gomaespumas, no?).
Es probable que no corra a comprar esta golosina apenas termine de escribir este post para probar alguna de las recetas, pero si algún día de casualidad los veo, no son muy caros y no tengo nada más interesante que hacer, por ahí hago un experimento y se los llevo a mi geóloga de cabecera que come cualquier cosa dulce que se le cruce.