Poldy Bird es la autora argentina más vendida después del Martín Fierro, cuenta con más de 3.600.000 de ejemplares vendidos desde que comenzó su carrera hace unos 50 40 años y fue una de las primeras en llevar la literatura a los kioscos (cosa que le valió las críticas despiadadas de sus pacatos colegas).
Cuentos para leer sin Rimmel
Es un libro de textos que giran alrededor de la muerte, los abandonos y las despedidas. No es un libro fácil, ni pasatista, no es un libro para leer para matar el aburrimiento. Es un libro sin golpes bajos pero que duele. A pesar de todo esto, vendió 2 millones de ejemplares desde su primera edición.
Me llamó la atención que estos textos no se recomienden en los colegios de hoy, siendo que son historias que tocan un lugar tan profundo del corazón que jamás pierden vigencia.
Como decía 
Borges “La muerte, que es de todos”, no puede borrarse o esquivarse como si no existiera cuando afecta a un chico de hoy de la misma manera que afectó a Poldy la muerte de su mamá cuando tenía 8 años.
Creo que es un libro que puede ayudar a quien ha sufrido una pérdida y no tiene un espacio de contención para hablar de ella; y también es una buena lectura para que quienes no la han sufrido puedan reflexionar sobre el valor de la vida.
¿A quién le recomiendo este libro?
– A los fans de Poldy.
– A los que busquen libros que aborden la temática de la muerte de los seres queridos. En esta misma línea también les recomiendo Chicken soup for the soul: Grieving and recovery.
En Cuentos para leer sin rimmel también hay historias sobre amores truncos, sobre historias que quedaron a la mitad.
– Es un libro para los que quieran emocionarse hasta las lágrimas.
– Hay varios textos sobre la relación madre-hija.
– Es un buen libro para trabajar en clase desde los 11 o 12 años, eligiendo los textos adecuados.
Les dejo un fragmento de Agua del recuerdo:
A las madres todos los años se nos muere un hijo. Cuando el hijo cumple dos años, ha muerto uno de un año. Cuando el hijo cumple tres años, ha muerto uno de dos. Cuando cumple nueve, ha muerto uno de ocho. Cada apagón de velitas en el reino de los bonetes de colores y los globos que parecen lunas infladas por los angelitos, significa un niño que no volverá nunca, el nacimiento de otro ser diferente que pensará, hará y sentirá otras cosas.
Y, además…, cuando ya los hijos son grandes, cuando ya son hombres o mujeres…, los que caminan adentro del corazón de las madres no son los pasos de zapatos de tacos ni de enormes abotinados número cuarenta… sino los pies menudos de un chiquillo que todavía se trepa a los sillones nuevos y hace añicos el florero de cristal y les corta las hojitas nuevas a los largos helechos de las macetas. Oímos a las madres hablar de sus hijos mayores…; no recuerdan cuántas veces, después de los dieciocho, llevaron el pelo largo o corto, rojo, castaño o rubio…, pero hablan con primoroso celo del vestidito celeste con las motitas blancas bordadas por la tía, que el viento de la ronda abría como una sombrilla en las tardes de plaza. Y el agua del recuerdo va lavando los ojos y dejando tan nuevos los colores… (…)
Pajaritos en la cabeza
Según dice la tapa se trata de un libro de “Cuentos para chicos de gran corazón”, aunque seguro que a los grandes les gustará también.
Es mucho menos duro que el anterior, pero a la vez tiene muchas reflexiones sobre la vida, los valores, lo que es importante y lo que no. No deja de haber historias relacionadas con la muerte, porque es un tópico que atraviesa la vida de la autora, pero es lo que cimentó los recuerdos de su infancia con su abuela y las costumbres de la casa donde la acogió.
Releyendo el libro encontré mi escritura en cursiva de mi primer año de secundaria y de los análisis que hice para Lengua y Literatura, y releí los cuentos con mis ojos de adulta recordándolos con bastantte detalle, para mi sorpresa.
Como dato curioso en ambos libros se incluyó el cuento La única flor.
Este libro es para:
– Chicos desde los 9-10 años.
– Padres que quieran leer con sus hijos.
– Profesores que quieran trabajar en Lengua, pero también para aquellos que les interese tocar temas en lo más profundo de su significado.
– A los que les guste Poldy, por supuesto.
– Los que quieran leer textos sencillos, bonitos, cortos y se animen a una visión sensible de la vida.
– A los que les gusten las historias de vida.
Un fragmento de La Moneda:
(…) Cuando el ómnibus da vuelta para entrar en la Avenida San Martín sube la chica que vende café, con las bolsas llenas de termos colgados de su espalda y su pecho como correaje militar. (…)
Esa mañana la chica pagó el boleto y se le cayó una moneda.
Yo te miré, chiquillo, y te dije: “Levantásela”. Pero tus ojos se desviaron de los míos y me esquivaron hurgando la ventanilla.
No, no te levantaste a juntar la moneda. Tuve que hacerlo yo. (…)
Era una moneda. Simple. Una moneda de esas con la que sólo pueden comprarse caramelos.
Tan sólo una moneda y no le diste valor.
(…) Esa moneda que no te preocupó es la moneda que los mendigos piden por la calle, la moneda que no alcanza para comprarles zapatos a los chicos pobres, la moneda que no hay para un libro, un lápiz, un litro de leche, un pan. (…)
Esa moneda de tan poca monta, es un símbolo, el símbolo del tesón y del sudor de nuestra frente, de las horas que pasamos lejos de nuestra casa y de los seres que amamos.
Esa moneda es el índice señalador de tu ignorancia de la vida, de tu egoísmo de futuro hombre.
(…) Quizás continuaste el día sin pensar en ese episodio. Tal vez, cuando yo te dije “levantásela” me echaste una maldición, una palabrota en tu idioma de chico, o te dijiste: “Esta metida se cree que puede darme órdenes”.
Tal vez te pareció muy tonto ayudar a alguien desconocido, a esa chica que vende café y que no puede cambiar el curso del universo desde una nave espacial.
Pero vos sí, al recoger esa moneda, al ponerla en la mano enrojecida por el trabajo, hubieras podido ayudar a cambiar el rumbo de la tierra hacia una meta de amor, de paz, de confraternidad, que nos enalteciera a todos, a todos por igual.
Palabras para mi hija adolescente
Este libro contiene textos que la autora escribió para su hija después de un trágico evento que marcó la vida de ambas: la repentina muerte de su esposo debido a un cuadro de muerte súbita (exactamente lo mismo que mataría a Verónica decádas después cuando su hijo tenía 15 años).
Para quienes perdimos a nuestro padre en la adolescencia es un libro que nos hace sentir totalmente identificados.
Y si ustedes viven la experiencia siendo madres viudas o con un padre que no se hace cargo de sus responsabilidades, van a encontrar que alguien puso en las palabras correctas las cosas que siempre quisieron decirles a sus hijos.
Les dejo unas frases del libro:
– Ahora que mis zapatos ya le quedan bien:
Anoche se acostó en mi cama mi hija adolescente.
Cerca de la madrugada, tiritando, entredormida, me pidió que pusiera otra frazada, y también entre sueños me preguntó por él: “¿Y papá, mamá?”.– El amor:
Debés buscar la alegría del ser amado y no su gratitud.
Porque si lo que das, lo das pensándolo, midiéndolo, no estarás dándolo con libertad, con generosidad, sino que estarás haciendo un trueque y te quedarás esperando una retribución, esa que puede llegar o no, esa que si llega sin ser esperadate dará mayor felicidad y, si es esperada y no llega, te hará muy desdichada.– El barquito rebelde:
Muchas veces nos enojamos, discutimos porque pensas que “te mando” como si aún fueras chiquitita.
Y yo pienso que “te pido” como si fueras un ser adulto.– El enojo
(… ) sentí que de golpe tenía ganas de ser una persona, no una mamá-persona. Que alguien en mí (¿la yo de siempre, otra nueva?) se impacientaba, pedía libertad, un espacio en blanco para que sus pensamientos pudieran volar (…).
Por favor, no soy solamente tu mamá.
También soy yo. Soy un poquito mía y me necesito. Estoy cansada, ahora ayudame vos.
Pueden escuchar más de la historia de Poldy Bird en esta entrevista de Noche y Día con Luis Beresovsky.