Antes de leer sobre Facebook, te invito a ver este video de 23 segundos de Missing Children Argentina.
Vos podés conocer a alguno de estos chicos perdidos
¡Muchas gracias!
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Desde hace un tiempo me viene dando vueltas por la mente escribir sobre este tema, pero el hecho de escuchar a una persona preguntar varias veces sobre el uso de Facebook en la gestión cultural en el taller en el que participé hace unos días me hizo sentarme definitivamente a escribir.
Para las personas que se están iniciando en las aguas digitales, Facebook es sinónimo de lo que sí o sí tienen que hacer para estar on line como Dios manda. Lo que muchos se preguntarán es ¿Por qué es tan importante Facebook?
La respuesta es tan obvia como engañosa: hay 300 millones de cuentas, así que con suerte mucha gente conocida puede llegar a tener una ahí y, si se nos diera la gana de venderles algo, sería una caudal de gente más que interesante para llegar.
Ahora bien, el “estar” no implica acción si no permamencia. Y esa es la primera trampa.
La segunda es pensar que Facebook es un espacio de identidad por contar con usuarios identificados con sus nombres y apellidos. Facebook es un país de desconocidos cercanos, donde en nuestro propio espacio vamos a leer a personas que no tenemos ni idea quienes son, aún sin quererlo.
Pero ahora veamos qué quiero decir con la frase de título del post: Facebook como un no-lugar.
Marc Augé, hace unos cuantos años, desarrolló este concepto en base a esta lógica: primero, buscó fuentes que definan qué es un Lugar:
Para la antropología, el lugar es un espacio fuertemente simbolizado, es decir, que es un espacio en el cual podemos leer en parte o en su totalidad la identidad de los que lo ocupan, las relaciones que mantienen y la historia que comparten. Tenemos todos una idea, una intuición o un recuerdo del lugar entendido de esta manera. (…)
El lugar, en este sentido, para usar una expresión del filósofo Vincente Descombes en su libro sobre Proust, es también un “territorio retórico”, es decir, un espacio en donde cada uno se reconoce en el idioma del otro, y hasta en los silencios: en donde nos entendemos con medias palabras. Es, en resumen, un universo de reconocimiento, donde cada uno conoce su sitio y el de los otros, un conjunto de puntos de referencias espaciales, sociales e históricos: todos los que se reconocen en ellos tienen algo en común, comparten algo, independientemente de la desigualdad de sus respectivas situaciones.
En base a esta definición, creó la de los No-lugares:
Así, al definir el lugar como un espacio en donde se pueden leer la identidad, la relación y la historia, propuse llamar no-lugares a los espacios donde esta lectura no era posible. Estos espacios, cada día más numerosos, son:
· Los espacios de circulación: autopistas, áreas de servicios en las gasolineras, aeropuertos, vías aéreas…
· Los espacios de consumo: super e hipermercados, cadenas hoteleras.
· Los espacios de la comunicación: pantallas, cables, ondas con apariencia a veces inmateriales.Podemos pensar, por lo menos en un primer nivel de análisis, que estos nuevos espacios no son lugares donde se inscriben relaciones sociales duraderas. Sería, por ejemplo, muy difícil hacer un análisis en términos durkheimianos de una sala de espera de Roissy: salvo excepción, por suerte siempre posible, los individuos se mueven sin relacionarse, ni negociar nada, pero obedecen a un cierto número de pautas y de códigos que les permiten guiarse. (…)
Estos no-lugares se yuxtaponen, se encajan y por eso tienden a parecerse: los aeropuertos se parecen a los supermercados, miramos la televisión en los aviones, escuchamos las noticias llenando el depósito de nuestro coche en las gasolineras que se parecen, cada vez más, también a los supermercados.
En la soledad de los no-lugares puedo sentirme un instante liberado del peso de las relaciones (…).
Facebook cumple con las características del No-lugar del mundo real que representaría un shopping center.
El shopping es básicamente un lugar de ocio, en donde de va a “ver vidrieras”, a “ver gente”, a “ver algo”… a su vez, es un espacio donde no se produce nada, porque ha sido creado para que sea agradable para el consumo de objetos ya industrializados. Por lo tanto la interacción del individuo con el espacio es mínima y guiada, tal como dice Augé.
Facebook es un shopping donde cada día millones se exhiben como producto en una vidriera virtual. Muchos de sus usuarios quieren ser mirados, admirados, deseados, visitados, pero sin mayor mérito que el de existir. No producen nada, simplemente están ahí para ser consumidos.
Y esta es la razón por la cual Facebook es exitoso: sin hacer nada extraordinario, tan sólo existiendo y formando parte de ese club se pone a funcionar la máquina que les otorga a muchos que socialmente son ignorados, una ilusión de trascendencia.
Por eso aparecen los desconocidos que buscan tener (o hacen gala de) miles de amigos en Facebook. Estas personas se compran la fantasía que lo banal, cotidiano e intracendente de sus vidas, mostrado con formato de titular y noticia (y Facebook las llama así, por cierto), es un hecho importante en las nuestras.
Y para acercar aún más al usuario de Facebook a su delirio de popularidad, siempre habrá alguien dispuesto a comentar lo que hace, pero sin necesidad de un compromiso real por esto.Y esta es otra de las características marcadas de Facebook: es tan fácil hacer click y poner “Me gusta”, poner “Si” cuando nos invitan a un evento, formar parte de un grupo en contra o a favor de o usar una aplicación para saludar a cualquiera en su cumpleaños o para San Valentín, que el usuario está liberado de establecer relaciones personalizadas y proactivas con los “amigos” que dice tener. Se cumple con las obligaciones sociales por medio de formularios diseñados para tal fin.
Facebook es un lugar para la soledad, porque de estar con amigos “reales”, no estaríamos en Facebook. Me recuerda, de cierta manera, a la canción de María Elena Walsh “Marcha de Osías”:
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
Quiero un río con catorce pescaditos
y un jardín, sin guardia y sin ladrón
también quiero para cuando este solito
un poco de conversación.
Facebook es un espacio sin silencios porque es para gente que está sola. Gente que necesita que sus ojos de llenen de un algo para no escuchar lo que venga desde su cabeza ni de sus obligaciones. Por eso también, Facebook no es un lugar para profundizar, no es un lugar para hacer análisis ni introspecciones. Es un lugar para pasarla bien y mostrar que se la pasa bien.
Con todo esto ¿Quiero decir a caso que Facebook es una porquería alienante que no sirve para nada? No (bueno, quizás más o menos 😀 ). Vuelve Augé en mi auxilio:
Es necesario aclarar que la oposición entre lugares y no-lugares es relativa. Varía según los momentos, las funciones y los usos.
(…)está claro que es también el uso lo que hace el lugar o el no-lugar: el viajero de paso no tiene la misma relación con el espacio del aeropuerto que el empleado que trabaja allí cada día, que encuentra a sus colegas y pasa en él una parte importante de su vida.
Sin embargo, nos alerta del peligro implícito en esta dicotomía:
Al hablar del espacio estamos naturalmente inducidos a hablar de la mirada, no sin identificar, a este respecto, un peligro, un riesgo. Toda superlocalización conlleva el peligro de ignorar a los otros, los del exterior inmediato, de desimbolizar, en este sentido, la relación social, y, más aún, de obviarla por tener sólo acceso, a través de las imágenes, a un mundo soñado o fantaseado.
Y es por eso que Facebook debe ser, en primer lugar, analizado como un mecanismo social, para luego ser aplicado como herramienta, teniendo en cuenta que es un espacio de ocio y de fantasía.
Fuente del texto de Marc Augé: blog Odisea. Mar de silencios.