El título es generalista pese a que voy a referirme a problemas míos concretos, aunque me imagino que debe haber muchas mujeres que pasan por conplicaciones similares a la hora de encontrar un producto tan común y necesario.
Antes de entrar de lleno en el tema, y conociendo que no faltará el infeliz que venga a decir que me ocupe de “problemas más importantes”, le sugiero al público masculino no interesado en este post que se vaya a ver si ya ascendió River, porque parece que ese sí es un tema de hondo contenido social y humanitario.
Volviendo a lo del calzado, les cuento mi problema y el peregrinaje para tratar de encontrarle una solución.
Dentro de algunos meses viajaré al exterior a un evento muy importante que incluye una megaferia de productos, charlas, conferencias y reuniones con marcas y expositores referentes de la temática.
Esta situación profesional se me presentará en una ciudad de clima cálido, por lo que tengo que aprovechar ahora para comprar calzado de verano. Y acá es donde mis problemas comienzan.
Desde chica he tenido problemas con casi todo tipo de calzado porque la piel de mis pies es muy fina y delicada y el menor roce me genera lastimaduras. Debido a esto tengo los pies llenos de cicatrices y encontrar zapatos que se adecúen a mis necesidades es toda una odisea.
Prepararme para asistir al evento que les describí más arriba implica que mi calzado debe cumplir los siguientes requisitos:
– Ser cómodo y sin taco para caminar mucho en la feria.
– Tener un diseño que sea adecuado tanto para andar recorriendo stands como para asistir a charlas y a instancias profesionales.
– Debe tener suela antideslizante, debe ser de cuero o de un material que permita que el pie se mantenga aireado, interior acolchado y un diseño que no me lastime.
– Y si quisiera pedir mucho: que sea barato y lindo.
Con todos estos requisitos se podrán imaginar que no es ir a una zapatería y agarrar cualquier cosa, tengo que probarme muchos pares, buscar calzado de marca para asegurarme que sea cuero y no plástico, y preparar el dolor de bolsillo porque un par de zapatos cuesta una fortuna.
Pero la cosa no termina ahí: montones de veces después de comprar el que yo pensaba que era EL par de calzado perfecto (me ha pasado hasta con zapatillas), después de usarlo algunas horas empiezan a aparecer las marcas en mi piececillos.
De manera que comprar un par es casi una apuesta a que lo que elegí sea la opción que no me hiera, pero hasta que no los use y camine mucho más que frente al espejo de la zapatería no sé si me sirven o no.
Resumiendo: en los últimos días terminé comprando tres pares de zapatos y gastando un dineral.
Como miles de médicos lo dicen, un buen calzado es una cuestión de salud no sólo de los pies sino también para la columna, para tener una adecuada postura y también para que podamos desarrollar nuestras actividades con normalidad evitando una merma en la productividad laboral.
De esta experiencia saco algunas conclusiones:
– Entiendo perfectamente la frustración y la angustia que manifiestan las mujeres que por su talla o su peso cuentan que les es muy difícil conseguir ropa. Debo decir que al menos calzo un número común y al menos me da el margen de tener más opciones, pero igual es muy feo salir a comprar con la sensación que nada nos va a servir.
– Al final termino comprando lo que puedo y no lo que me gustaría. Si al menos pudiera tener un test drive de una hora por par como hacen las concesionarias con los autos, quizás podría resolver un poco mejor la situación. Les tiro la idea a los señores fabricantes/zapateros.
– Es muy difícil conciliar los aspectos de salud con los de pertinencia profesional (y ni siquiera hablo de la moda!).
– Los años pasan más rápido en los pies que en la cara, aunque no lo crean las adictas al botox y las cirugías. Al paso que voy no sería raro que termine comprando zapatos de vieja en San Crispino. 😀
– Tener pies de princesa y bolsillos de plebeya me deprime 🙁
– Menos mal que tengo blog para hacer catarsis.
Hecho este post, ya puedo ir a ponerme las pantuflas de nuevo para descansar las patas.
PD: la foto de esos pies no es mía, la saqué de Google Images y pertenece a una bailarina coreana, pero he tenido esa cantidad de curitas puestas un montón de veces en las áreas que se ven ahí y también en la parte trasera del tobillo.